Empezar a relacionarse con otras personas implica siempre un desafío. Desde el nacimiento, los niños se relacionan principalmente con adultos, y después de un tiempo, variable en cada caso, comienzan a relacionarse con otros niños. Muchas veces esto sucede con la entrada al jardín infantil, donde estas nuevas experiencias van, la mayoría de las veces, acompañadas de altos y bajos.
Relacionarse con otro implica muchas veces compartir, ceder lo que uno quiere, esperar su turno… en pocas palabras, implica poder postergar los propios deseos, cosa que a los niños les resulta complejo, pues están recién aprendiendo a hacerlo. Es más, incluso a los adultos esto nos puede resultar desafiante en ocasiones. Por eso, hay varios factores que son importantes tener en cuenta cuando nuestro hijo/a comienza a relacionarse con otros niños.
Es esperable que este proceso se desarrolle con obstáculos. Hacer amigos, empezar a estar con otros y jugar en grupo es un proceso que, como adultos, quizás ya olvidamos. Por eso es importante recordar que, si bien deseamos jugar con otros niños/as, es algo absolutamente nuevo e implica muchos desafíos, pues significa que no puedo jugar siempre a lo que yo quiero o hacer las cosas a mi manera. Dejar entrar a otro niño a mi mundo, y yo entrar al mundo de otro niño/a es toda una aventura que toma tiempo, esfuerzo, aprendizaje y que requiere de la ayuda de nuestros cuidadores. Seamos comprensivos y pacientes para acompañarlos en esta etapa.
No esperemos que nuestros hijos/as aprendan de manera solitaria. Muchas veces esperamos que los niños/as sepan, desde el inicio, resolver los conflictos que aparecen durante un juego, o que aprendan solos a compartir, a esperar su turno, a resolver un problema con su hermano/a, etc. Aquí, nuevamente olvidamos que la habilidad para relacionarse con otros no viene dada, no es algo con lo que uno nace. Más bien, es una habilidad que se va desarrollando con la experiencia, y que requiere de otro que vaya guiando y enseñando. Si le decimos a un niño/a “tienes que compartir”, es lo mismo que si le dijéramos “tienes que resolver esta fórmula matemática”. La sola orden o límite no basta; necesitan de nuestro ejemplo. Los niños podrán lograrlo de manera autónoma con el tiempo, y debemos dejarles el espacio para que así sea, pero no sabrán cómo se comparte si no les enseñamos a hacerlo, no esperemos que aprendan sin nuestra guía y ayuda.
No nos quedemos en decir “así no se hace”. Empaticemos y mostremos alternativas. Si volvemos a la fórmula matemática, tampoco es muy útil que otra persona nos diga solamente “así no se hace”. Probablemente necesitaremos que nos expliquen, entonces, cómo sí se hace. Es fundamental acompañar a nuestros hijos en estas experiencias y estar presente para mostrarles en el momento qué hacer si aparece un conflicto, o cómo se hace eso de compartir. Es fundamental ir poniendo palabras a este aprendizaje, y a la vez mostrar, con ejemplos concretos, cómo pueden resolver algún problema. Por ejemplo, primero poder empatizar (“Pucha Tamara, yo sé que da rabia cuando no puedes jugar a lo que quieres”, o “es difícil compartir las cosas que nos gustan”) y luego buscar alguna alternativa (“¿qué tal si primero Juanita usa este juguete mientras nosotros jugamos a otra cosa? Cuando el reloj marque diez minutos más o cuando pasen dos canciones en la radio, podemos intercambiar los juguetes, así nos aseguramos que todos puedan usarlo”). Finalmente, podemos ofrecer nuestra disponibilidad para ayudarlos (“cuando tengas problemas para compartir los juguetes, llámame y buscamos juntas/os una solución, ¿te parece?”).
También es esperable que algunos niños tarden más en hacer amigos. Al igual que en todos los hitos del crecimiento, es esperable que los niños tengan su propio ritmo para hacer amigos. Hay niños/as que pueden ser más sociables, extrovertidos, y otros más silenciosos, tímidos, o que les tomará más tiempo acercarse a otros. Todos los estilos son válidos. Lo importante es que, como padres o cuidadores, podamos observar qué recursos y características puede utilizar cada uno para relacionarse, y ayudarlos a fomentar esto. Seguramente algunos se sentirán más cómodos en ciertas actividades, o les gustará juntarse con algunos niños/as más que con otros, o en ciertos contextos serán más tímidos que en otros. A esto debemos estar atentos para ayudarlos a desarrollar sus habilidades, sin presionarlos ni exigirlos.
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