La separación y los hijos/as

La separación y los hijos/as

Tomar la decisión de concluir un proyecto de vida en conjunto nunca es algo fácil, independiente del tiempo que hayan permanecido juntos, las causales del término, o si existen hijos(as) de por medio. Sin embargo, es innegable que esto último nos sitúa en uno de los escenarios más complejos de afrontar a la hora de lidiar con el proceso de separación. Y es especialmente complejo porque el sistema familiar en su conjunto está inmerso en una crisis, por lo que muchas veces los adultos, quienes son los encargados de entregar seguridad, claridades y calma ante las dificultades, se encuentran imposibilitados de otorgar estas condiciones. Esto no significa necesariamente que sea una tarea imposible y que las repercusiones serán trágicas para todos (en muchas ocasiones, el mantener una dinámica de pareja dañina es peor que la opción de separarse), pero sí requiere adoptar ciertos resguardos en la forma como este proceso es vivenciado por los hijos(as).

¿Cuáles son las reacciones esperables en un niño o niña frente a un quiebre familiar?

Si bien cada niño(a) es un mundo en sí mismo, es posible identificar algunos comportamientos que pueden ser lugar común a la hora de enfrentar una separación. Las reacciones suelen estar muy relacionadas con la edad del niño o niña. Cuando se trata de niños(as) pequeños(as), y debido a que disponen de menos mecanismos emocionales para elaborar y expresar lo que está pasando, suelen aparecer manifestaciones corporales, tales como molestias abdominales, vómitos, dolores de cabeza, sangramiento de narices, no querer separarse de los padres, pedir más brazos, y en el caso de estar amamantando aumentar la demanda, entre otros.

Ahora, cuando los(as) niños(as) son algo mayores, en algunos casos, pueden sentirse la causa de dicha separación, y por tanto, vivirla con gran culpabilidad. Además pueden aparecer reacciones más agresivas, alteraciones alimentarias, repercusiones en el rendimiento escolar, regresiones a edades anteriores (succionarse el dedo, dificultades en el control de esfínteres, comportamiento infantilizado no esperable para su edad, etc.), miedos, episodios de angustia y alteraciones del sueño.

En niños(as)  pre adolescentes, aparte de los síntomas ya descritos, puede desarrollarse una hipermadurez y sobre adaptación a la separación, que en apariencia puede verse como positiva, pero que no le permite contactarse con el natural y esperable dolor que implica la nueva configuración familiar. La separación es un proceso complejo, el cual comienza antes de incluso concretar la partida de uno de los progenitores y puede extenderse por meses e incluso años. Y como todo proceso, las reacciones van cambiando según el estadio en que se encuentre la familia.

¿Es posible evitar el dolor de los(as) hijos(as) en el proceso de separación?.

La respuesta, por dura que parezca, es no. Las situaciones que emergen a raíz de una crisis de este tipo irremediablemente movilizan fuertes y profundos sentimientos en niños y niñas. Incluso, la ausencia de sentimientos respecto a la situación vivida debe ser motivo de atención, ya que si ocurre, muy probablemente sea fruto de la reacción de hipermadurez descrita anteriormente.

Entonces cabe la pregunta, ¿qué hacer cuando surge este dolor?.

Más que evitar el dolor, es necesario ayudar a los(as) hijos(as) a reconocer sus sentimientos, expresarlos de forma adecuada e integrarlos como parte de lo que como familia están atravesando. Y esta expresión puede adoptar diversas formas: a través de dibujos, cuentos que representen de manera metafórica la situación, conversar en la medida que quiera hacerlo, etc. Lo importante es facilitar espacios de expresión acordes a la edad y en especial que puedan ser construidos en conjunto, con el fin que le hagan sentido a los niños y niñas.

Y si se los ocultamos?

Muchas veces en Fonoinfancia, escuchamos cómo los padres dedican grandes esfuerzos para que sus hijos(as) no se den cuenta de lo que sucede, ya sea en el período previo a la separación como posterior a ésta (diciéndoles, por ejemplo, que el progenitor que se ha marchado está trabajando). Si bien es valorable el interés por protegerlos, lo cierto es que una situación de esta envergadura difícilmente pasará desapercibida, y ante la evidencia de conflicto los(as) hijos(as) tenderán a “llenar” los vacíos de información con sus propias conjeturas, las cuales pueden acrecentar la crisis. Así mismo, bien podría suceder que los niños(as) descubran esta mentira y de esa manera se vea lesionada la confianza en sus padres. Es por ello que es necesario comunicar de manera adecuada a los(as) hijos(as) el problema, procurando utilizar argumentos y lenguaje acordes a su edad.

Los(as) niños(as) necesitan comprender la situación y para ello, la forma de explicar este conflicto tiene mucho valor. Los discursos contradictorios del padre y el de la madre, así como mentir sobre los hechos prometiendo que nada cambiará, deben evitarse, ya que inevitablemente la forma de vida cambiará y el no cumplimiento de lo prometido les generará inseguridad.

Algunas recomendaciones

No involucrarlos dentro del conflicto. Es deber de los padres impedirles ser cómplices o jueces y jamás utilizarlos como una medida de presión o buscar predisponerlos de manera negativa hacia el otro progenitor.

Evitar que los(as) niños(as) se sientan responsables por lo ocurrido, pensamiento muy común, aún cuando no lo expresen abiertamente.  Esta falsa idea puede provocar que los(as) hijos(as) intenten asumir una responsabilidad que no les corresponde y busquen formas de mantener juntos a sus padres.

Transmitirles confianza en la expresión de sus sentimientos de afecto hacia la otra figura parental. Muchos hijos(as) sufren porque se sienten “traicionando” al otro padre si es que muestran, por ejemplo, lo bien que la pasan cuando están con el papá.

No caer en la sobreprotección del hijo(a) por pena; se le ha de seguir tratando como a un(a) niño(a) “normal” de su edad. Si no “no le ayudaremos a crecer”, acabará comportándose de forma inmadura y más infantil de lo que puede.

Liberarlos de la carga de sentir que deben proteger o velar por el estado emocional de alguno de los padres, especialmente cuando se aquellos se encuentran solos, con estados depresivos. Frente a eso, es recomendable enviar mensajes del tipo “cuánto más contento estés tú, más contento/a estaré yo, ve tranquilo”.

Finalmente, es importante destacar que como todo proceso, existen altos y bajos, avances y retrocesos, pero eventualmente toda crisis tiende a estabilizarse, y en la medida que pueda ser abordada con comprensión, respeto, apertura y sobre todo mucha comunicación, los(as) hijos(as) podrán canalizar sus sentimientos de manera adecuada, sin que esta experiencia signifique un daño irreparable.