El Juego

El Juego

“Niño, deja ya de joder con la pelota,
niño, que eso no se dice,
que eso no se hace,
que eso no se toca” (Joan Manuel Serrat)

“Privar a un niño de jugar es privarlo del placer de vivir” (Francois Dolto)

Muchos son los pensamientos, expectativas, sueños, temores que evocamos al momento de saber que seremos padres, pero ¿qué tan frecuentemente nos preguntamos qué tan juguetones seremos con nuestros hijos/as?  Dada la vital importancia que tiene el juego en el desarrollo de niños y niñas, esta pregunta debiera rondar la cabeza de padres, madres, abuelos (as) y educadores. Sin embargo el juego se ha relegado al mundo infantil, siendo muchas veces subvalorado y menospreciado. Pareciera que crecer implica ir poniéndose serios, dominando esas ansias vitales de jugar.

En esta columna la invitación es a reflexionar respecto al valor que en sí mismo tiene el juego para niños y niñas y, por qué no decirlo, para nosotros los adultos, quienes gracias a ellos/as tenemos la posibilidad de no perdernos el placer de jugar.

¿Qué hacemos cuando decimos que jugamos?

La palabra juego tiene su origen en el latín iocari, que significa hacer algo con alegría, de ahí podemos decir que jugamos cuando hacemos algo con el único fin de entretenernos y divertirnos. Jugar nos conectaría entonces con potentes emociones. Todo juego- no sólo de los niños/as- vendrá cargado de satisfacción y sensaciones placenteras. Tal vez por eso la primera y primordial forma en que la especie humana aprende y socializa de manera natural es a través del juego. Mientras más un niño/a juegue, más experiencias satisfactorias tendrá, más y mejor se desenvolverá consigo mismo/a y con el mundo que lo/a rodea, por consiguiente más y mejor aprenderá.

El juego también tiene diversas expresiones. No sólo jugamos cuando hay derroche de energía, también se puede jugar y divertirse a través del placer de escuchar, observar y sentir… jugamos cuando vemos a las hormigas marchar en fila hacia un destino que queremos descubrir, jugamos cuando las nubes toman formas fantásticas o terrenales, jugamos cuando imaginamos que el viento nos habla estando en la playa…

Jugando desde el principio…

Los avances de la neurociencias nos han permitido comprender (a diferencia de lo que por mucho tiempo creímos) que los bebés tienen la capacidad para interactuar consigo mismos y con el mundo, incluso desde antes de nacer. Estas competencias son terreno fértil para que el juego tome protagonismo en la vida de los bebés, sus padres y cuidadores. Un niño/a feliz es un niño/a que se mueve, que descubre, que se emociona, que se ríe, en definitiva, un niño/a que juega.

Muy prontamente el bebé descubrirá que sus padres y cuidadores serán entretenidos compañeros de juego. Nuestras voces, muecas, canciones, cosquillas, todo es novedad y diversión. A medida que el bebé controla más sus movimientos, también disfrutará sacándonos los anteojos, tirándonos el pelo, las orejas o riendo juntos. El juego siempre será una potente herramienta para fortalecer el vínculo con nuestros hijos(as), al disfrutar esos juegos compartidos, nuestro organismo liberará sustancias que nos harán atesorar esas vivencias y querer repetirlas.

Pero el bebé no sólo jugará con otros, también descubrirá que su propio cuerpo le brindará incontables ocasiones de diversión, todas las que él (ella) mismo/a pueda poner en práctica. Hacer ruidos, gritar, reír, dar vueltas, chuparse  los dedos de los pies, etc. Mientras el bebé juega conoce y controla cada día más su cuerpo, ¡se prepara para explorar el mundo!

Siempre es momento para jugar

Algunas veces nos abrumamos planeando agendas para que nuestros hijos e hijas no estén faltos de entretención, o tal vez llegamos cansadas/os a casa sin ganas de hacer muchos panoramas para jugar. Pero el juego está al alcance de la mano, cada actividad cotidiana es más agradable si jugamos; cada nuevo aprendizaje será más fácil si lo hacemos a través del juego; cada hábito que queremos fortalecer costará mucho menos si damos espacio al humor… Una carrera al baño para lavar los dientes, una canción con muecas para vestirnos, ¿y si los juguetes juegan a la escondida para guardarse? El juego siempre será un reto, pero también un estímulo, para la imaginación y la creatividad.

También hay momentos de la rutina diaria que son una gran oportunidad para divertirnos con nuestro bebé: el cambio del pañal con cantos, muecas, pequeñas cosquillas y besitos en su guata; la hora del baño con el agua que salpica y los juguetes que se hunden y flotan- no hay que temer a un rato más en el agua sólo por diversión- y las comidas son una excelente oportunidad para disfrutar probando nuevas texturas, sabores y olores.

Más ideas para seguir jugando…

Juegos corporales: Las cosquillas, caricias, mover los brazos, las piernas y los pies, jugar a “hacer gimnasia”, permitirle disfrutar de un masaje en un ambiente cálido y tranquilo. Todos estos juegos serán muy importantes los primeros meses del bebé. A medida que el niño (a) crece, más y nuevos son los retos que podemos ir descubriendo a través del juego: coger y lanzar objetos, dar vueltas sobre el propio cuerpo, correr, saltar, jugar al pillarse, etc.

Juegos sensoriales: Todos los juegos que despierten los sentidos serán también muy atractivos para el bebé. Podemos pasarle objetos con formas, texturas y sonidos diferentes; cuando su pediatra lo permita podemos ofrecerle alimentos con gustos diferentes y novedosos (gotas de limón, frutas más ácidas y más dulces, qué entretenido es vernos hacer caritas cuando probamos algo nuevo!).

Juegos con importantes aprendizajes: Hay juegos que siendo muy simples significan un gran aporte al desarrollo de niños y niñas, ya que sin querer le permiten ir fortaleciendo competencias que le serán muy útiles más adelante.

Uno de estos juegos es el popular  ”¿Dónde estoy?”, que consiste en esconder la cara con las manos o con algún objeto y preguntar  “¿dónde estoy?” para luego mostrarnos y decir “aquí estoy!!”. Quién haya tenido la oportunidad de disfrutar este simple juego con algún bebé, sabrá cuánto lo disfrutan y sonríen, pero no sólo eso, con este “desaparecer y aparecer” el bebé comienza a comprender que las cosas no desaparecen aunque él/ ella no las vea. Este aprendizaje lo/a preparará para los momentos de separación de sus padres y cuidadores

Jugando con otros/as niños/as: Siempre será importante ofrecer a nuestros hijos/as la posibilidad de jugar con otros niños/as de su edad, aunque lo intentemos nunca un adulto podrá reemplazar lo que significa jugar, divertirse, resolver desafíos y conflictos con otro niño/a. De acuerdo a su nivel de desarrollo y características individuales, es importante favorecer estos espacios de complicidad con los pares, observar activamente, dar espacio para que la magia del juego haga lo suyo y mediar cuando la ocasión lo amerite. Es importante como adultos no tomar un rol protagónico en estos espacios, tratar de dar un paso atrás para que la imaginación y la creatividad permitan que en este encuentro con otros niños y niñas se sorprendan de sí mismos y de lo que los/as rodea.

¿Y los juguetes cuándo?

Ya casi termina esta columna, hemos hablado de juego, jugar y no ha sido necesario mencionar los juguetes. Si bien es importante que nuestros hijos/as tengan a su alcance una variedad de objetos adecuados para su edad (un juguete puede ser una cuchara de palo/ espada, el escobillón viejo transformado en caballo, etc.) no requerimos para su desarrollo atiborrarlos de juguetes o esperar que se mantengan inmaculados. He escuchado a muchas mamás (y tal vez yo misma más de una vez) lamentarse porque su hijo/a no juega con sus juguetes o los rompe inmediatamente. Un juguete que no desafía nuestra imaginación ya no nos sirve, cuando abrimos un auto para saber cómo funciona ¡También estamos jugando! Que lo importante sea el disfrute, la alegría, la curiosidad y la iniciativa y para esto no siempre necesitaremos un juguete o, al contrario, tener muchos juguetes tampoco significará diversión asegurada.

“El niño que no juega no es niño, pero el adulto que no juega
perdió para siempre al niño que vivía en él y que le hará mucha falta”
(Pablo Neruda)