¿Cómo miramos a nuestros hijos?

¿Cómo miramos a nuestros hijos?

¿Estamos viendo bien?

A veces, los anteojos que usamos para ver el mundo no nos permiten verlo de forma clara. Quizá esos anteojos están empañados, sucios, dañados o definitivamente no son los correctos para nosotros. En ocasiones, los anteojos que usamos para ver a los niños y las niñas suelen estar algo sucios o puede que sean inadecuados para mirarlos con detención. Y, ciertamente, nos causan dificultades, pues los niños quieren y merecen que sus adultos, en quienes depositan toda su confianza, los miren y observen de forma clara.

Aunque resulte difícil de creer o notar, usualmente los adultos hemos confiado en la visión que nos entregan unos “anteojos” populares, que se caracterizan por formar parte de una “cultura adultista”. Éste es el modelo que predomina mayoritariamente en las relaciones entre adultos y niños, y donde (de forma lamentable) nos hemos permitido tratar a los niños como jamás permitiríamos que se nos tratara a nosotros.

Cultura adultista

En general, la mayor parte de los actuales adultos fueron mirados y crecieron en base a una cultura adultista o, dicho de otra manera, en una sociedad donde los adultos tenían todos los derechos, y las necesidades de los niños y las niñas no eran suficientemente reconocidas  En dicha cultura se reconoce y valida más la adultez que la infancia. Los niños sólo son vistos desde la perspectiva de los adultos, sin lograr una comprensión de ellos(as) como personas que piensan, sienten y reaccionan de manera distinta, y se descalifican e invisibilizan las necesidades generales y particulares de éstos.

Con esto, ¿hemos dedicado tiempo a pensar en cuáles son los anteojos que usamos para mirar la infancia? Te invito a que juntos lo pensemos y reflexionemos; son muchos tipos de anteojos; reconocerlos podría ser de gran utilidad para mirar con mayor paciencia y afecto a nuestros niños. A continuación describiremos las principales ideas que se tienen de la infancia y que surgieron de un reciente estudio orientado a conocer las representaciones sociales de la infancia a través del servicio Fonoinfancia(*)

A veces se piensa que la expresión emocional de los niños no es válida, situando su rabia o tristeza a “algo de niños”, que tiene poca o nula importancia en relación con la emociones de nosotros los “grandes”.

Otras veces se cree que los niños y las niñas aún no pueden ser, es decir, son personas incompletas; llegaran a estar completas o acabadas una vez que lleguen a ser adultos.

En ocasiones se visualiza el abuso de poder hacia los niños como necesario en nombre de la educación, el orden y las necesidades de la infancia, pensando que gracias a acciones coercitivas lograremos educar hacia un sujeto ideal de ser humano.

Hay ocasiones en las que depositamos mucha atención a la obediencia en la interacción entre los adultos y los niños, visualizándola como un valor imprescindible en la crianza, cuando realmente no es así. Hay muchos otros valores importantes de destacar y la obediencia es un ingrediente más en esta grata lista de valores que podemos crear en las relaciones con nuestros niñ

Pensamos habitualmente que el desarrollo de los seres humanos es lineal, es decir, a determinada edad (establecida de forma casi arbitraria y ambigua por nosotros mismos) los niños debieran dejar de sentir miedo, dejar de perder el control o dejar de frustrarse. En realidad, lo que a ellos les sucede también nos pasa a nosotros, es decir, no hay edad límite para expresar nuestros malestares y emociones. Todos ellos son igualmente válidos y valiosos.

Creemos que la socialización es un fenómeno unidireccional; más bien la socialización con los niños y las niñas es bidireccional, esto quiere decir que no sólo los adultos influimos sobre ellos, también ellos sobre nosotros. Pensar que sólo ellos tienen algo que aprender de nosotros puede cerrarnos a la posibilidad de aprender de nuestros niños (de sus experiencias, de su forma de ver el mundo desde su posición, de sus creencias, sus valores, etc.).

¡Ojo con lo siguiente mamás!, que tu hijo a veces no se porte como tu quisieras no quiere decir que sea “malo”. Percibirlo así podría hacerte creer que si tu hijo es malo es porque tú eres mala (mala madre, mala educadora, mala esposa, mala jefa de hogar, etc.). No te juzgues para no juzgar de forma indirecta a tus hijos.

Mirando sin prejuicios

En las dificultades que surgen en la crianza de los niños no se trata de buscar a los “malos” y a los “buenos”, sino que se busca llegar a un punto medio en el que nuestros anteojos puedan estar limpios y nos ayuden a tener una mejor calidad de vida, de modo que lleguemos a ver el rostro de nuestros niños y nuestras niñas de forma clara, transparente, auténtica y con todo el afecto que ellos necesitan para desarrollarse plenamente.

 

(*) Esta columna ha sido elaborada considerando los principales resultados de la investigación titulada “Representaciones Sociales de la Infancia Presentes en las Consultas Realizadas a un Servicio Telefónico de Ayuda”; estudio a cargo del psicólogo Jorge Escudero Bello, para optar al grado de Magíster en Psicología, mención Psicología Clínica Infanto Juvenil de la Universidad de Chile. Más detalles pueden ser consultados en el e-mail jorge.escudero@ug.uchile.cl.